Que
los tiempos han cambiado no es ninguna novedad. La sociedad nos va dando a
diario las muestras de estos cambios y la familia como institución social no se
mantiene alejada de los mismos.
Ya
no podemos hablar simplemente de la familia tradicional, se cayeron los mitos y
se cambiaron los modelos y los roles.
Además
de las familias tradicionales llegan a la consulta las uniparentales, las
ensambladas, y otras.
Los
padres suelen estar menos tiempo con sus hijos por razones laborales, y los niños
pasan más tiempo realizando actividades extraescolares o con cuidadoras. Los
abuelos por lo general también trabajan.
El
diálogo está más limitado en cuanto a la cantidad de tiempo pero más
profundo en cuanto a la calidad.
Las
escalas de valores han cambiado porque son menos rígidas pero no por eso menos
sanas.
Los
padres ayudan a crecer a sus hijos mientras ellos van creciendo también y, si
bien los cambios son positivos, a veces no es fácil incorporarlos.
Cuando
en la familia surgen situaciones que los padres no pueden o no saben cómo
resolver, son ellos mismos los que acuden a la consulta psicológica.
Cuando
hay niños pequeños por lo general la derivación viene del colegio. En el caso
de los adolescentes, son los padres los que toman conciencia de la dificultad y
deciden pedir ayuda.
En
las sesiones de Terapia Familiar todos pueden hablar y también ser escuchados.
Se trata de un espacio dedicado a ellos donde todos son protagonistas. No hay ni
buenos ni malos, y el terapeuta no es un juez que va a dictar una sentencia.
Se
trabaja el aspecto disfuncional de cada familia, para modificar la dinámica
familiar y lograr una buena comunicación.